Antes de comenzar el blog, en una declaración de principios personal en cuanto a este espacio, prometí
ser lo más sincera y cercana posible.
Aunque a veces me pase con los tecnicismos o las cuestiones artísticas, un
amigo mío me confesó hace unos días que gracias a eso (que yo consideraba un
defecto de cara a la aceptación y el entendimiento de los lectores) estaba aprendiendo un montón sobre cine.
Espero que muchos de vosotros compartáis esa opinión y a los que no, lo siento,
pero a raíz de esa conversación me parece una maravillosa iniciativa continuar
con mi personal modo de redacción.
Sin embargo, los
lectores debéis saber que en una crítica (literaria, de cine, de música, de
cualquier cosa) nunca se va a tratar una
cuestión que se pueda valorar desde la imparcialidad. Somos personas, y por
mucho que os intenten vender la moto, nuestras
opiniones y gustos siempre influirán sobre nuestro supuesto criterio objetivo. Cierto
es que siempre tratamos de empatizar, de observar los productos desde fuera de
nosotros mismos… Pero lo veis todos los días: en la televisión, en la radio, en
lo periódicos, hasta en los informativos… No
existe la objetividad perfecta en la comunicación.
Hasta nuestro estado físico contribuye a la
dirección de la perspectiva de una crítica. Por eso, hacednos y haceros un
favor a vosotros mismos, tomándoos nuestras valoraciones como una mera opinión (desde un punto de
vista, quizá, más completo y entendido) sobre
el arte. Probad, experimentad,
comprobad. El arte está vivo y juega con nuestras perspectivas y emociones
personales. No os fieis nunca al cien por cien de una crítica cinematográfica
y si tenéis interés especial sobre una producción en particular, no os echéis para atrás por un par de
calificativos negativos que leáis.
Os animo a que
vayáis al cine. O ya, ni eso, a que veáis cine, por vosotros mismos (sea como
sea, no entraré en cuestiones de legalidad o derechos). Nuestras palabras son tan solo unas guías para ayudaros a entender, a
disfrutar o a visionar con mayor integridad una película. En mi caso,
además, suelen ser una motivación para invitaros a visitar las salas, por eso suelo ser tan positiva y
bondadosa en mis calificaciones finales.
Esto no significa que no podáis fiaros de
vuestro instinto o del “boca a boca”, siempre que estéis bien informados. “The Artist”, galardonada con cinco Oscars,
se ganó también a la crítica desde el
primer segundo de metraje proyectado. Aun así, muchísima más gente de la que creéis (e incomprensiblemente) salió más que decepcionada de sus
respectivos cines, hasta el punto de reclamar su dinero. Como dictamina el
saber popular: para gustos los colores.
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Después de esa
parrafada humilde, pesada y honesta, comienzo la crítica de la nueva película de la Disney: “John
Carter of Mars”. Os pongo en situación y confieso a qué narices venía todo
lo dicho: durante la proyección de la
película me dormí. Esto no significa
que “John Carter” sea la cinta más soporífera de la década. Mi pequeña
cabezada esporádica fue tan solo una desafortunada consecuencia del increíble
cansancio que padecía esa noche, que no me permitió disfrutar en su totalidad de
los seis euros que pagué.
Así que antes de
leer mi opinión, tened en cuenta que a lo mejor gran parte de mi valoración
queda ensuciada por el hecho de que no estaba yo en muy buenas condiciones de
pasar aquel viernes-noche encerrada en una sala de cine penumbrosa.
Ya os hablé hace unas semanas sobre estaproducción que ha surgido de la enésima unión del ratoncito y la lamparita.
Entonces os hablé sobre la sinopsis de la misma, si mal no creo recordar. Así
que en vez de repetirme, que ya lo hago bastante, hoy os diré quien es el responsable de esta criatura que fue
dada a luz en nuestro país la semana pasada.
“John Carter”, como la han bautizado
nuestros compatriotas, o “John Carter of Mars” (título original de la cinta) está
basada en una de las obras del magnánimo Edgar
Rice Burroughs, que a muchos os debería sonar por ser el creador del personaje de Tarzán. En
esta ocasión, los hollywoodenses han adaptado, si no me equivoco, “A princess of Mars” (“Una princesa de
Marte”), en la que el escritor elaboró toda una cultura y fauna marciana de la
que luego beberían casi todas las obras de ciencia ficción (“Star Wars” es una
de ellas).
En cuanto a la
adaptación, me fío del criterio de mi padre (que ha leído la novela), que dice
que no está nada mal.
De la dirección de
la misma se ha ocupado Andrew Stanton,
aquel ser al que deberíais adorar por llevar al celuloide fabulosas perlas de
la compañía como son “Buscando a Nemo” o
“Wall-E”. Esta vez se atrevió con su primer film de animación parcialmente
real, pero con evidentes guiños Pixar.
Para el tratamiento del CGI y la animación digital
no puedo encontrar otra descripción más certera y breve: impresionante. Se disfruta mucho del 3D, al contrario de lo que
otras veces ha podido llegar a ocurrir con algunas producciones recientes, y los afortunados que la visionen en IMAX van
ha flipar en colores. Toda esa millonada invertida en los aspectos visuales
está más que justificada tras pasar por la sala. Disney debería enorgullecerse
de ser el primero que nos transporta a Marte, porque verdaderamente el espectador se integra al completo en la
película.
Los tharks son los seres verdes más simpáticos
y carismáticos que he visto nunca en la ciencia ficción. El mérito
probablemente sea de Burroughs, pero como no lo sé, yo se lo agradezco a Disney, ya un experto en crear nuevas y criaturas y seres para el recuerdo, por su
carácter, sus costumbres, su aspecto físico y demás.
Todo bien hasta
ahora, pero nos adentramos en el
escarpado terreno del guion y el montaje…
Sobre el guion, yo
tengo muy claro qué es lo que falla.
En sí, la historia es entretenida,
divertida en ocasiones (tiene sus puntos de humor muy bien calculados), romántica y muy disfrutable. ¿Qué
ocurre? Que estamos ante la voz del eco de tantas obras cinematográficas que estamos
hasta hartos de ver… Y eso priva a “John
Carter” de una personalidad propia.
Otras cintas anteriores, que poseen
múltiples referencias o han estado inspiradas en esta novela de Burroughs, le han robado la esencia, y nos dejan
frente a una película muy visual con un
trasfondo tan repetido y obvio que… se hace insulsa. Lo único que me sorprendió, dejando aparte el primer contacto con
el extraordinario mundo de Barsoom, fue
el final, pero a cualquier podría resultarle predecible (a mí no, ya os
digo).
La historia de amor entre John Carter y la
princesa Dejah Thoris, aunque se entrevea desde la primera mirada que
cruzan, resulta muy precipitada. A
la primera de cambio ya se están besando y aunque ambos actores son muy atractivos, al público estoy segura de que se
le hace increíble tanta y tan temprana
pasión.
A los “malos de la historia” les falta
profundidad y desarrollo. No sabemos
en ningún momento y con exactitud qué les mueve a hacer lo que hacen, ni
siquiera inclus cuando tratan de explicarlo. Y tanta cuestión política a veces se hace algo confusa, culpa del montaje. Un montaje, os adelanto, denso, con un desarrollo lento a excepción algunos momentos muy brillantes,
repletos de épica.
Taylor Kitsch interpreta a un John Carter
algo plano, emocionalmente. Además,
en cuanto llega a Barsoom pierde
muchísima carisma, pero hay que reconocer que su presencia nunca se ve del todo eclipsada por ningún otro
personaje. Es el máximo protagonista y siempre se hace notar con una fuerza
atractiva muy importante. Lynn Collins,
la princesita de Marte Dejah Thoris, está maravillosa. Un poco niñata
inmadura y caprichosa al principio, pero precisamente estos defectos la convierten un personaje muy creíble (¡basta ya de
héroes perfectos y desinteresados!). Además, es guapísima.
Willem
Dafoe pone voz y movimiento al jefe de los tharks, Tars Tarkas. Él único
personaje que puede presumir de liderazgo y poderío. Del resto, solo puedo destacar a Mark Strong, que siempre hace de malo y me tiene muy harta.
Es impresionante siempre, un grandioso
actor, pero ¡qué nos deleite ya con una interpretación un poco alejada de
su registro habitual…! Algunos queremos verle brillar.
Gran parte del elemento épico lo aporta la banda sonora,
que en tantos momentos me recordó a Hans Zimmer, aunque su auténtico autor es Michael Giacchino (de cuya música yo me
enamoré cuando trabajaba en la serie Lost).
En resumen, recomiendo esta película a cualquiera que
disfrute con la buena ciencia ficción. Pero tened todos en cuenta que se trata
de una cinta muy superficial, aunque épica a momentos. Eso sí, yo la considero perfectamente entretenida
y disfrutable.
Como una última
curiosidad, quiero señalar que la producción
de esta película lleva en mente en la Disney desde los años 30 del siglo pasado.
Si se hubiera realizado entonces, puede que hubiese ganado muchísimos puntos a
su favor… Pero esto es lo que tenemos, y para qué mentir, no está nada mal.
CALIFICACIÓN: 6
Has ido describiendo punto por punto justo lo que pensé al salir del cine. La película cuenta con unos efectos envidiables, y su universo y ambientación (No solo Marte y sus paisajes y personajes, sino también la idea de clanes y guerras a lo Tolkien)pero los veía tan desaprovechados en una historia tan simple y predecible, me pareció una pena, a pesar de todo. Aún así interiormente me gustaba la épica (aunque poco desarrollada) y compararla con "Avatar" me ayudó bastante en su calificación (Lo siento, las calificaciones son horribles, lo sé).
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