miércoles, 15 de febrero de 2012

"El artista de las sonrisas"

Os traigo algo diferente para empezar una nueva sección, dedicada a algunos retratos sobre personajes del cine o actores que he escrito yo misma. Son intento de arte y creatividad en MUY pocas palabras, con pinceladas de información esencial y relevante, y sobretodo, cuya finalidad es hacer atractivo al retratado de cara a un público o lector. Esta semblanza en cuestión es, además, un trabajo de clase. Todavía no sé la nota, pero vosotros me diréis qué tal.

        Damas y caballeros, the artist:


El artista de las sonrisas

            El artista no se hace, nace, como suelen decir. Y cuando hablamos del arte del humor, resulta imprescindible poseer esa chispa, ese secreto para producir risas, un manual para las sonrisas. Jean Dujardin ya debió salir del mismo vientre de su madre con esa pícara mueca francesa en los labios y la gracia en su ser.

            Como ocurre constantemente en la vida, el tiempo nos termina colocando en el lugar al que pertenecemos. Pero no fue un mero fruto de la casualidad que un joven llamado Jean decidiera adentrarse en el mundo de los monólogos tras su temporada de servicio militar. Estaba en la sangre de este antiguo cerrajero divertir y embaucar al público, que poco a poco iría aumentando de tamaño hasta alcanzar (la friolera de) seis millones de personas.

            Dujardin se había convertido en un popular actor televisivo tras participar en una de las comedias francesas con mayor audiencia. Tenía “la Tour Eiffel” en sus manos. Y quién habría dicho que este joven de facciones galas y sonrisa kilométrica se consolidaría como uno de los intérpretes más famosos de su patria. Quizá su carisma y desparpajo hablaban por sí mismos.

            Su ascenso hacia el reconocimiento mundial estuvo marcado por su inminente encuentro con el desconocido cineasta Hazanavicius. Las primeras películas que realizaron juntos, dirigidas hacia un registro en el que el comediante se sentía cómodo, consolidaron el inicio de su carrera cinematográfica.

            Pero no fue hasta la maravillosa obra del director, que intentó recuperar la esencia del cine mudo, que su fama alcanzó índole internacional. Dujardin pudo demostrar, en esta producción que lo impulsó directamente a los Oscar, todo el despliegue de gesticulación teatral del que disponía. El humor estaba al servicio de sus ojos, la elegancia en sus movimientos y el drama en su mirada. Descubriendo su reluciente dentadura, logró embaucar a la crítica, al público y a los entendidos del séptimo arte. Y sobre todo, demostró que además de poseer esa chispa que produce carcajadas, es perfectamente capaz de adaptarse a las lágrimas y el sufrimiento de George Valentin. 




Por @AliHepburn.

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