Hablo de la grandiosa producción ‘Spielberiana’ “War
horse (Caballo de batalla)”. Se trata de una película basada en la novela
de Michael Morpurgo, la cual no he tenido el placer de leer, por lo que no puedo aportar nada respecto a la calidad
de la adaptación al guion.
Os dejo
la sinopsis oficial para poneros en
situación:
“WAR HORSE (CABALLO DE BATALLA) comienza con el relato de la extraordinaria amistad entre un caballo llamado Joey y un joven muchacho, Albert, encargado de domesticarlo y entrenarlo. Cuando ambos son apartados por la fuerza, la película sigue el fenomenal viaje del animal a través de territorios en guerra, que irá modificando e inspirando las vidas de todos los personajes que conoce a su paso -la caballería británica, los soldados alemanes y hasta un granjero francés y su nieta- antes de que la historia alcance su emotivo clímax, en el corazón de una tierra de nadie.”
Los que
conozcáis ligeramente la carrera del cineasta estaréis de acuerdo conmigo en
que, si por algo sobresale y se valora tanto la aportación de Steven Spielberg a
la industria, es por el increíble
despliegue técnico de producción, en el que siempre pone el máximo esfuerzo
y dedicación. Su negocio es el espectáculo,
con todas las letras, y esta película demuestra una vez más que Steven sabe
cómo hacerlo. Con esto vengo a decir que solo encuentro un adjetivo para la
cinta en cuanto a la labor técnica: impecable.
Su nivel de entretenimiento lo dejaremos a elección del espectador, pero mi
opinión como público es que no te deja distraerte ni un segundo; te atrapa desde el inicio del conflicto.
El trabajo de fotografía, a cargo de Janusz
Kaminski, tampoco se queda corto. Pude disfrutar de una proyección HD que me
permitió contemplar el alcance del
aporte artístico. Una perfecta profundidad de campo, planos modernos y
encuadres paisajísticos que te transportan directamente a los bellos campos de
Inglaterra y Francia en el siglo XIX. Una delicia para los ojos.
Es
cierto que en la escena final, personalmente, me chirrían un poco esos colores anaranjados tan saturados (que me
recordaron a la emotiva escena Escarlata atestiguada por Dios en “Lo que el
viento se llevó”), aunque quizá tan solo se tratase de emitir ese calor exacerbado
del hogar con una paleta más que cálida (ardiente diría yo).
De este
modo, Spielberg nos regala otra de sus magníficas obras que sin duda será
recompensada (se encuentra nominada a seis estatuillas). Seguramente, se hará
con los Oscars relacionados con el apartado técnico.
Destaco
la calidad de dirección de las escenas del caballo protagonista, Joey, saltando entre trincheras y alambres
de espino en busca de la libertad. Te hace sentir la fuerza del carácter
animal, el ansia de escapar, de lo salvaje e incluso se te atraganta en las
cuerdas vocales un grito de “¡huye!”, de liberación.
Y es
que, realmente, lo que corona a este filme como uno de los favoritos en la
próxima gala de los Oscars es su capacidad emocional para involucrarte totalmente en la trama. La historia, supongo que
extraída de la novela original, está cargada de sentimentalismo del bueno y emoción hasta la médula. Este es el
punto fuerte del guion, dividido en cinco etapas: cinco aventuras en las que lloraremos, reiremos, sufriremos y nos emocionaremos
con Joey. Para ser sincera, yo que soy ferviente defensora de los animales,
no podía apenas soportar ciertas escenas en las que el protagonista experimentaba dolor o sufrimiento físico.
El factor empático, más que recaer sobre los personajes humanos, se centra en el caballo y en las relaciones que irá desarrollando a lo largo de la película: en los amigos que hace durante su largo viaje, en todos sus entrañables dueños que, tanto ni él como nosotros, los espectadores, olvidaremos nunca.
El factor empático, más que recaer sobre los personajes humanos, se centra en el caballo y en las relaciones que irá desarrollando a lo largo de la película: en los amigos que hace durante su largo viaje, en todos sus entrañables dueños que, tanto ni él como nosotros, los espectadores, olvidaremos nunca.
A la
hora de señalar el clímax de la cinta muchos apostaréis por el conmovedor desenlace. No obstante yo lo
encontré en el momento en que un soldado del bando alemán y otro inglés cooperan
para ayudar a Joey, en medio del campo de batalla. En tierra de nadie, como indica la sinopsis. Y es que, sin duda, no es casualidad que este punto esté resaltado en el argumento, ya que considero que incluye una moraleja que Spielberg quería ilustrar desde el primer fotograma: una escena un tanto irónica y cuanto menos curiosa, en el que se
demuestra la humanidad y la compasión de las personas. Me reafirmo, ese
instante me cautivó como ninguno en todo el filme.
Después
de haber subrayado la interpretación e
importancia del animal, también hay que recalcar ciertos personajes
humanos. El primero, como no, el actor que comparte cartel con Joey, Jeremy Irvine, cuyo papel es Albert, el mejor amigo del caballo. Cumple como novel y quizá sea con el
que el público simpatice más, por todos los valores que representa.
También
es importante la presencia del actor que interpreta al televisivo ‘Sherlock
Holmes’, Benedict Cumberbatch, que
nos ofrece una muy buena representación
de su personaje, un alto mando del ejército que quizá hace gala de demasiados “dejes”
pertenecientes a la caracterización de Holmes, como su prepotencia y sus
gestos maniáticos.
El
resto de los personajes, a mi parecer, pasan tan rápido que al espectador
no le da tiempo a identificarse con ninguno. Eso sí, penas y glorias pasan por muchas, por lo que comprobaréis que el
poco tiempo en pantalla es suficiente para encariñarse con algunos de ellos. Destaco a la niñita francesa (por su simpatía y desparpajo) y a su cansado abuelo (por su papel clave al final), interpretados
respectivamente por Celine Buckens y Niels Arestrup.
Por
último, quiero señalar la siempre
complaciente obra del compositor John Williams, que climatiza la película
en todo momento aportando aún más fuerza emotiva al conjunto.
En
definitiva, “War horse” es una emotiva y
entretenida obra cinematográfica bañada en la esencia del cine de
Spielberg, el espectáculo, en la que
los auténticos valores protagonistas son el afán de superación, la esperanza y sobre
todo la amistad y la lealtad; una aventura que contiene tanto sonrisas como lágrimas e incluso, por qué no, alguna que otra risotada, y los nervios a flor de piel.
Te la
recomiendo si deseas pasar un rato entretenido, divertido y emocionante frente
a la pantalla, con una historia profunda solo hasta cierto punto y sin mucha
dificultad argumental. Una aventura en la que te involucrarás emocionalmente de
principio a fin. Ah, y cómo no, no te la pierdas si eres de a los que un animalito es capaz de robarle el corazón.
CALIFICACIÓN: 8/10
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