miércoles, 15 de febrero de 2012

Crítica: "J. Edgar"

¿Qué tal queridos lectores (si es que tengo alguno)?

            Hoy os traigo una crítica que tenía ganas de escribir hace tiempo. Lo último y prácticamente nuevo de Clint Eastwood se ha hecho inmediatamente con el favor de la crítica y del público en general. Yo os traigo mi propia reflexión, muy enfriada (pues visioné la película el mismo día de su estreno) y comedida de “J. Edgar”.

            Por mucho que se intente vender la moto, es imposible ser objetivo al cien por cien en el mundo de la comunicación. Entendamos que plasmar una información contrastada, basada en datos oficiales, no precisa de una opinión y valoración por parte del periodista (de hecho, a mi juicio, esas informaciones prescinden totalmente de la labor periodística, ya que se acerca mucho más a la investigación que al arte de la palabra).
            Con esto vengo a deciros que, a pesar de todo, he tratado de ser lo más imparcial posible a la hora de realizar una crítica elaborada sobre el filme. ¿Por qué? Porque si soy sincera, a mí el cine de Eastwood me cuesta… Me cuesta mucho, por un montón de razones relacionadas con su trabajo de dirección. Y no por ello quiero menospreciar ni subestimar la increíble tarea de llevar este sorprendente biopic del que fue presidente del FBI a la gran pantalla, porque realmente se trata de una obra muy grande. Él, Clint, es muy grande.

          Aclarado esto, como siempre, os dejo la sinopsis oficial para los que andéis un poco despistadillos:
"En 1924, con sólo 29 años, Edgar Hoover fue nombrado director general del FBI para que reorganizara la institución. Ocupó el cargo hasta su muerte en 1972, sobreviviendo a siete presidentes, alguno de los cuales intentó inútilmente destituirlo. Los archivos que Hoover guardaba celosamente, llenos de secretos inconfesables de importantes personalidades, lo convirtieron en uno de los hombres más poderosos y temidos de la historia de los Estados Unidos."


               Si se lee el argumento sin haber visto previamente la película, uno puede pensar que le cuentan (y destripan) absolutamente toda la trama y el conflicto. Pero basta con conocer a Eastwood para saber de buena tinta que si el cineasta se ha involucrado en un proyecto autobiográfico, no será con la intención de realizar un documental sobre el personaje en cuestión.

                Y es que el título “J. Edgar” no es casualidad. De hecho, podéis tacharme de ignorante, pero una clara evidencia de esa elección la comprobé hace unos meses. Cuando la cinta todavía se encontraba en plena postproducción y este hecho llegó a mis oídos, al informarme de que se trataba de un biopic hice la gran tontería de buscar el nombre en Google. No tenía ni idea de quién era ese J. Edgar, hasta que vi que en los resultados de búsqueda estaba seguido por “Hoover”. Ya entonces lo identifiqué (a esas alturas quién no lo haría…) y además entendí las intenciones de Eastwood: J. Edgar no es una lección de historia sobre los logros políticos y de investigación de Hoover; J. Edgar nos desea enseñar los entresijos y misterios de la parte más oculta del controvertido presidente del FBI, todo aquello que los no contemporáneos a esta persona podemos desconocer. Nos quiere mostrar quién y cómo era, no lo que hizo.

                Aun así, por supuesto que el guion y el desarrollo del argumento se apoyan en grandes acontecimientos históricos relacionados con Hoover, pero para comprender las producciones de este cineasta hay que saber “ir quitando capas”.

                El guionista de esta obra, al que corresponde también otro brillante autobiográfico (“Mi nombre es Harvey Milk”), es Dustin Lance Black, al que creo que le corresponde su debido reconocimiento por un trabajo (más que) bien hecho.


              Ahora tengo que tocar la parte peliaguda… La dirección. Eastwood, una vez más, implanta su sello personal en la cinta. Ese ritmo tan parsimonioso (no tan acentuado como en otras producciones), un ambiente que se recrea en unos constantes puntos suspensivos y la presencia de algunos momentos un poco superfluos, hacen de “J. Edgar” una película lenta. Así de claro. Para los que estén acostumbrados al ritmo trepidante de los blockbusters hollywoodenses, el biopic se hará difícil de digerir. No es por dificultad de entendimiento ni arduo seguimiento, si no por lo complicado que llega a resultar que te atrape. (Aviso a navegantes, su visionado pueden convertirse en dos horas tediosas o pausadas).
             Es cierto que hay momentos en los que te aíslas al completo por la tensión que desprenden algunas escenas, pero tan pronto como llega puede irse. A mi parecer, Eastwood solo está interesado en un público que sea capaz de captar su esencia y vivirla. Y le da igual atraer la atención del resto del mercado (a mi me parece de maravilla, no es un vendido).
             No obstante, la calidad de los planos escogidos en todo momento, la luz tenue, la ambientación con medios tonos y el montaje final son exquisitos. Este es uno de los puntos fuertes de Clint Eastwood, porque es tan detallista que todo está en su sitio y a la perfección en todo instante. 
             No me olvido del curioso desarrollo argumental, dando constantes saltos en el tiempo, con el fin de justificar siempre un antes y un después. De hecho, estoy muy a favor de este recurso porque creo que es lo que más velocidad logró aportar a la película.

              La fotografía llega en ocasiones a ser más que excelente, pero en muchos momentos del filme pasa muy desapercibida. ¡Ah! Y mención especial a la caracterización de los personajes… (Con el Hoover jovencito parecía que DiCaprio hubiese regresado en el tiempo a sus días de “Titanic”) Muy conseguida.

                Y antes de pasar a las interpretaciones, por supuesto que destaco el nivel emocional de las situaciones más privadas de la vida de Edgar Hoover. Poner en el centro de la trama (que no como conflicto principal) su posible homosexualidad es un auténtico acierto. Humaniza a ese ser imbatible y superior que aparenta ser en su edad adulta y nos encariña con él. Si no fuera por este aspecto, habría creado a un personaje demasiado antipático con el que el público jamás se identificaría. Sería la historia de un villano sin ningún otro matiz.
                 Sin embargo, en el resto de las cuestionables acciones de Hoover, el director prefiere no arriesgarse demasiado. No se moja y deja a juicio del espectador la justicia, legalidad y justificación final de sus actos (las insinuaciones sobre M. Luther King, J. F. Kennedy y su hermano, Nixon…).


            Quizá lo más embaucador de esta obra, además de la elegancia del director, es la maravillosa interpretación de Leonardo DiCaprio. A estas alturas, poco se puede añadir a su sorprendente retrato de J. Edgar Hoover, en el que recrea todas sus manías, inseguridades y miedos con solo una mirada inquieta. Su gesticulación, sus silencios, su manera de hablar… Todo está perfectamente acompasado para representar todas las obsesiones y ambiciones del expresidente del FBI en su propia persona (curiosa esa testarudez del jefe con los trajes, a lo Barney Stinson; just kidding).
              Me parece un despropósito que se le haya ninguneado así en la presente edición de los Oscars. DiCaprio se merecía, al menos, una nominación. También me parece que otros muchos aspectos de la película tendrían que haber sido galardonados pero… Por supuesto, estamos hablando de ese puritano y tradicional jurado tan especial. ¿Sugerencia de la homosexualidad de una de las figuras más importantes de la alta esfera americana? No, gracias. En fin.
               Destacan como secundarios Naomi Watts, como su leal secretaria y un apuesto Josh Lucas como su mayor amistad.

               “J. Edgar” es una película disfrutable incluso después de su visionado. Eso sí, solo a un público en concreto podrá resultarle una obra brillante y sin ningún desacierto. Yo discrepo en ese punto ya que, puestos a reflexionar, toda esa sucesión de acontecimientos meticulosos y ese ritmo suavizado te dejan un poco frío. Si no le coges cariño al personaje por sus sacrificios y esfuerzos, se te antoja un universo muy distante.

               Por eso, te recomiendo “J. Edgar” si eres fan acérrimo de las producciones de Clint Eastwood o si te apetece una película poco convencional para estos días, que te invita a reflexionar, te ayuda a conocer la parte más humana de un hombre misterioso y siniestro, te deleita con una buena adaptación de sucesos históricos y te exige rebuscar en su profundidad argumental. Y por supuesto, que también ofrece una de las mejores interpretaciones de DiCaprio hasta la fecha.

 

CALIFICACIÓN: 7/10

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