¡Hola a todos! ¿Qué hay?
Reanudo el blog momentáneamente para traeros un curioso
contenido audiovisual que quiero compartir. Se trata de una animación que hace
unos días llegó a la pantalla de mi ordenador y que tras su visionado acaparó
mi atención durante el resto de la tarde.
Primero, quiero compartir con vosotros una anécdota. Un día,
no importa ni cómo ni por qué, acabé discutiendo con una supuesta licenciada en
Bellas Artes (en todo lo relacionado con lo audiovisual) sobre un vídeo que
compartí con ella. El vídeo tenía un desarrollo narrativo muy peculiar y poseía
una fuerza simbólica y metafórica aplastante, por lo que una sola vista era
insuficiente para acabar de captar su mensaje. No obstante, la chica no se
molestó en volver a reproducirlo y lanzó una crítica feroz e insustancial
contra algo que ella nunca terminó de comprender. Solo vio una sucesión de
imágenes “bonitas” (según sus palabras), pero vacías. No le gustó. Su
justificación fue la siguiente: “Este vídeo es incomprensible… Y la finalidad
del arte es que se entienda”, palabras textuales. Esa
afirmación acabó con mi esperanza en la humanidad, de veras. Me explico que una
persona que no ha acudido a un museo en su vida, que no ha visto una obra de
arte, ni ha ido al cine nunca, se atreva a soltar una burrada de tales
magnitudes. Pero… ¿una estudiante de Bellas Artes? Qué digo, ¡licenciada! Así
va el país. O el mundo, yo que sé.
Según la regla de tres que me sugirió esta chica, ni Dalí,
ni Picasso, ni Goya, ni muchísimos otros artistas (Buñuel, Warhol… me puedo
pasar el día así) pueden considerarse como tal, ya que muchas de sus obras
ofrecen miles de interpretaciones diferentes y otras son casi imposibles de
entender. El arte no va de comprender, es sobre los sentimientos y las emociones,
y eso debería tenerlo en cuenta hasta un niño de prescolar (y seguro que muchos
lo saben). Esta introducción viene a
cuento con lo que os voy a poner, porque quiero que intentéis ser un poco más
receptivos y recordéis que no todo en este mundo tiene que atravesar el tamiz
de la lógica.
El cortometraje llamado “I, Pet Goat II” (traducción rápida: “Yo, cabra mascota”) es una
interesante producción realizada por Heliofant, estudio de animación
independiente que, según su página web oficial, tienen el objetivo de crear
productos experimentales e innovadores explorando las bases mundiales de la
filosofía y la espiritualidad (en lo lírico, en cuanto a argumento).
Estos datos son importantes, dado que la desinformación
puede llevar a malinterpretar el vídeo, tal y como ya han hecho bastantes
analistas. Siempre es necesario conocer las intenciones del creador para
acercarse apropiadamente a su universo ficticio.
Antes de que os adentréis en la ligera paranoia visual del
corto, os quiero advertir de sus principales características, por las que yo me
he sentido tan atraídas. Es un vídeo raro. Pero raro, raro, de verdad. A simple
vista, puede resultar una sucesión de imágenes oníricas y desconcertantes que
no os gustarán. Sin embargo, lo llamativo reside en el simbolismo y la
representatividad de todas sus figuras.
“I, Pet Goat II” rebosa simbología entre sus cuatro paredes.
La historia, la trama se esconde tras su particular lenguaje narrativo. En
cuanto a los lazos argumentales… Puedo adelantaros que no se refieren a nada
satánico, conspirativo (estoy harta de la gente que relaciona todo con los
Illuminati), ni tan apocalíptico como se cree. Es algo mucho más bello y
positivo: el despertar de la mente humana.
Quizá suene muy esotérico o espiritual, pero después de os
hayáis dejado atrapar por la animación y, sobre todo, haya accionado vuestra materia gris para que reflexionéis… No veréis el tema como algo cósmico o muy alejado
de la realidad. De hecho, se enumeran diversas denuncias de algunos
acontecimientos de la última década (hasta encontraréis personajes
reconocibles…).
Yo a este vídeo lo veo como una dura crítica actual,
respaldada por un mensaje activo y esperanzador, con el que no todo el mundo
estará de acuerdo. De hecho, mi opinión al respecto todavía se está gestando.
Sin más, os dejo con “I, Pet Goat II”. No puedo pedíos que
disfrutéis, pero sí que intentéis sacad el máximo partido a cada visionado
(creedme, necesitaréis más de uno) para que consigáis entender el significado
del vídeo en su totalidad.